Fausto Orondo Camacho tiene 22 años y una amabilidad que sorprende. Siempre sonriente y de carácter paciente, es un empecinado en producir un cambio en la concepción que los bolivianos tienen de la danza. Su proyecto es ambicioso: empezar en Tarija para contagiar a toda Bolivia.
A los 14 años empezó a estudiar danza, más específicamente folklore tarijeño, y luego folklore nacional y danzas argentinas. A los 18 decidió que sabía lo suficiente que se necesita saber en Tarija y más. Fausto vio otro costado de la danza y creyó necesario transmitirlo a los tarijeños. Y ahí nomás abrió su propia academia de danzas Academia de Danzas Sol de América. Pero su academia no es como cualquier otra. Sus estudiantes son cuidadosamente seleccionados; es que para ser estudiante en la academia de Fausto no hay que tener ninguna formación previa en danzas. La intención de Fausto es trasmitir una nueva forma de entender e interpretar la danza.
Con ese objetivo decidió viajar hasta la localidad cordobesa de Laborde con tres de sus mejores estudiantes: Andrea Urbina, Silvina Martínez y Marvin Bautista. Los cuatro presentaron en el escenario del Festival Nacional del Malambo Danza del Tinku.
Una intensa manifestación de colores adornados con espejos proyectaban, bajo las luces fluorescentes del escenario, unas figuras lumínicas que supieron sorprender, a las 2.30 de la madrugada, a la multitud que estaba congregada en el predio donde se desarrolla, hace ya 44 años, el tradicional Festival Nacional del Malambo.
Bailaron la Danza del Tinku, y no es casualidad. Es que la Danza del Tinku es la danza del encuentro. Tinku es una palabra de origen quechua que significa: encuentro, unión, equilibrio, convergencia. Pero también Tinku es el nombre de unas peleas rituales típicas de la comunidad Macha, ubicada al norte de Potosí. En estas peleas se encuentran dos bandos opuestos: uno representa el lado de arriba y el otro el lado de abajo. Esta pelea, lejos de separar, une.
Y es esa unión la que Fausto buscó en el Festival. La unión de dos pueblos, dos culturas, dos tradiciones. Entablar lazos de hermandad entre ambas culturas para que cada una se pueda retroalimentar de la otra. El camino que decidió emprender no es fácil pero la recompensa promete ser mucha.
A los 14 años empezó a estudiar danza, más específicamente folklore tarijeño, y luego folklore nacional y danzas argentinas. A los 18 decidió que sabía lo suficiente que se necesita saber en Tarija y más. Fausto vio otro costado de la danza y creyó necesario transmitirlo a los tarijeños. Y ahí nomás abrió su propia academia de danzas Academia de Danzas Sol de América. Pero su academia no es como cualquier otra. Sus estudiantes son cuidadosamente seleccionados; es que para ser estudiante en la academia de Fausto no hay que tener ninguna formación previa en danzas. La intención de Fausto es trasmitir una nueva forma de entender e interpretar la danza.
Con ese objetivo decidió viajar hasta la localidad cordobesa de Laborde con tres de sus mejores estudiantes: Andrea Urbina, Silvina Martínez y Marvin Bautista. Los cuatro presentaron en el escenario del Festival Nacional del Malambo Danza del Tinku.
Una intensa manifestación de colores adornados con espejos proyectaban, bajo las luces fluorescentes del escenario, unas figuras lumínicas que supieron sorprender, a las 2.30 de la madrugada, a la multitud que estaba congregada en el predio donde se desarrolla, hace ya 44 años, el tradicional Festival Nacional del Malambo.
Bailaron la Danza del Tinku, y no es casualidad. Es que la Danza del Tinku es la danza del encuentro. Tinku es una palabra de origen quechua que significa: encuentro, unión, equilibrio, convergencia. Pero también Tinku es el nombre de unas peleas rituales típicas de la comunidad Macha, ubicada al norte de Potosí. En estas peleas se encuentran dos bandos opuestos: uno representa el lado de arriba y el otro el lado de abajo. Esta pelea, lejos de separar, une.
Y es esa unión la que Fausto buscó en el Festival. La unión de dos pueblos, dos culturas, dos tradiciones. Entablar lazos de hermandad entre ambas culturas para que cada una se pueda retroalimentar de la otra. El camino que decidió emprender no es fácil pero la recompensa promete ser mucha.
